Los problemas de la historia oficial

cristianosSi la historia la escriben los vencedores, y si la noción histórica positivista, descriptiva y acrítica forma el pensamiento de las masas, ¿no resulta imperante –no por razones académicas, sino en “honor a la verdad”– deconstruir dicha historia oficial, donde los vencedores son los protagonistas? A lo largo del siglo XX y XXI, producto del positivismo la historia se ve desde el punto de vista oficial, donde la sociedad no importa, donde las fuentes oficiales son la única fuente “confiable” del historiador, y, donde además no hay un análisis profundo de las causas primordiales de los hechos, por tanto, es necesario e imperativo ser crítico de la historia y rechazar el positivismo por sobre toda ciencia empírica que se realice. ¿No es acaso, la historia, una ciencia crítica? Porque si la historia la escriben los vencedores, ¿no es necesario mirar la historia desde la otra perspectiva, desde lo “no oficial”?

“Lo oficial” no sólo se ve en lo político, concerniente a la nación o a otros ámbitos, está impregnado en todo sentido de nuestra cultura, sin embargo, he querido detenerme en un aspecto que es trascendental en nuestra sociedad actual, y siendo más específico en nuestra sociedad occidental, es decir, lo religioso. Es por ello que en este ensayo me limitaré precisamente a este punto clave, es decir, cómo se ha contado una historia oficial del cristianismo que, bajo una mirada desde la historia crítica nada tiene que ver con “lo oficial”.

Con base en ello, este análisis crítico[1] repercute de una manera impresionante en lo social, ¿por qué? Pues, el cristianismo es la base de nuestro pensamiento occidental querámoslo o no y, en cuya base se sustentan incluso ideologías políticas[2]. ¿No es evidente encontrar una influencia cristiana en nuestra sociedad?, ¿acaso nuestro calendario, por ejemplo, que mide los días, meses y años no está influenciado por el cristianismo? Precisamente, deconstruir este pensamiento oficialista del cristianismo, donde se nos ha contado que existe un Dios hecho hombre que vivió como humano y resucitó, es la clave para ver el impacto que tendría en nuestra sociedad actual si se contase una historia distinta a la impuesta.

¿Son realmente históricos los fundamentos del cristianismo?

Tomando como base lo expuesto por Cesar Aguirre en el Antimanual del mal historiador, queremos exponer que en la historia oficial del cristianismo, en su base, se encuentran muchos problemas que posteriormente repercuten en cómo se ve una sociedad cristianizada a pesar de que aún los estados actuales se hayan separado de lo religioso.

Es cierto que Jesús es el personaje clave de esta sociedad, del catolicismo y la basta mayoría de religiones, de hecho, éstas atribuyen a Jesús características divinas. Pero, ¿cómo es visto Jesús desde la historia?, ¿realmente existió dicho personaje? Lejos esté de nosotros el querer identificar si Jesús es un ser divino o no, ya que eso es asunto de lo religioso, de lo teológico y no de lo histórico, pero, ¿el Jesús de la historia es precisamente el mismo Jesús oficial encontrado en los Evangelios?.[3] Varios intentos se han hecho en esta búsqueda del Jesús histórico a partir del siglo XV de la mano de Hermann Reimarus hasta nuestros días, en donde se estudia la historicidad de este personaje más que sus connotaciones teológicas. Pero, esta búsqueda crítica, histórica de Jesús, ¿qué implicancias tiene en nuestra sociedad? Quizás la pregunta clave que debiésemos plantearnos es que si no se puede hacer un nexo entre el Jesús de la fe y el Jesús histórico, ¿por qué la historia cristiana –oficial de la iglesia–, tendría que influir en nuestra cultura occidental? Con justa razón, por tanto, citamos a Carlos Aguirre, quien afirma:

¿[D]e qué nos sirve saber cuándo y donde acontecieron ciertos hechos históricos, si no somos capaces de explicar también las causas profundas, mediatas e inmediatas, que provocaron y suscitaron estos hechos, y si no tenemos la habilidad de explicar, igualmente las razones concretas y el sentido esencial que determinan que tal hecho se haya producido en ese momento y no antes ni después, en ese lugar y en ninguna otra parte, y además haya acontecido del modo concreto en que sucedió y no de otra forma, teniendo por añadidura el peculiar desenlace o resultado que tuvo y no cualquier otro destino posible?[4]

Por tanto, ¿de qué sirve saber si el Jesús histórico es el mismo Jesús oficial de la iglesia, a decir, el Jesús de la fe? Si no se profundiza en sus “causas profundas”, este ensayo se transforma meramente en un dato más de los cientos que hay; si no se observa detenidamente el sentido esencial, ¿de qué sirve estudiar la historia en sí? Volvemos a decir que, lejos esté de nosotros el demostrar si Jesús fue un personaje divino, pues, lo que nos concierne es saber por qué la existencia de este hombre provocó que tuviese tantos seguidores que incluso llegaron a matar en su nombre; de hecho, entendiendo este punto Marc Bloch dice “la cuestión no es saber si Jesús fue crucificado y después resucitó. Lo que ahora hay que entender es por qué tantos hombres a nuestro alrededor creen en la Crucifixión y la Resurrección”[5]. ¿Por qué hasta en nuestras sociedades actuales sigue imperando “lo cristiano”, “lo religioso”? Uno de los ejemplos más destacable es el “Te Deum”. Por tanto, ¿no es esencial saber identificar a este personaje y deconstruir la historia oficial de la iglesia?

Es por ello que, “[e]xplicar entonces, de manera crítica, por qué la historia que aconteció, lo hizo de esa forma y no de otra –una tarea primordial del historiador crítico–, implica igualmente demostrar las otras diversas formas en que pudo haber acontecido, explicando a su vez las razones por las cuales, finalmente, no se impuso ninguna de esas otras formas, igualmente posibles pero a fin de cuentas no actualizadas.[6] Siguiendo la línea de Carlos Aguirre a partir de su texto y de su invitación a hacer una “historia crítica”, una “historia social”, es que queremos enfocarnos en el quehacer histórico de la religión, y dejar el diálogo abierto a las nuevas aristas que se vislumbran estudiando el cristianismo desde el punto de vista no oficial.

¿Cuáles son las fuentes del Jesús histórico?

Algún religioso podría responder esta pregunta sin ningún análisis ni esfuerzo: la Biblia, las Sagradas Escrituras. Sin embargo, desde la mirada del historiador, ¿cuáles son las fuentes que hablan de Jesús? Intentaremos analizarlas brevemente[7], ya que no es nuestra intención en este ensayo hablar primordialmente de este personaje, sino más bien enfatizar que se puede hacer una historia crítica de lo religioso.

Flavio Josefo

La primera fuente histórica que tenemos de Jesús como un personaje histórico se halla en Josefo. Éste en su libro Antigüedades afirma:

En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, si verdaderamente se le puede llamar hombre, porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. El era el Mesías. Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los hombres principales entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. Porque él se les apareció al tercer día, vivo otra vez, tal como los divinos profetas habían hablando de estas y otras innumerables cosas maravillosas acerca de él. Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido.[8]

Los eruditos del tema han llamado a este pasaje Testimonium Flavianum, y la crítica, por su puesto, ha demostrado que este texto es una interpolación posterior, al menos las frases “si verdaderamente se le puede llamar hombre”, “él era el Mesías” y “Porque él se les apareció al tercer día, vivo otra vez, tal como los divinos profetas habían habla- do de estas y otras innumerables cosas maravillosas acerca de él”. Es por ello que, si se quitan dichas frases del texto, entonces, se circunscribe a Jesús sólo como un “hombre sabio”, por ende, no habría indicios de un Jesús “divino” en los escritos de Josefo.[9]

Cornelio Tácito

Nuestra segunda fuente histórica se halla en Tácito, considerado como uno de los historiadores romanos más destacados, este, alude a Jesús de la siguiente forma:

Por lo tanto, para acallar los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, una clase de hombres aborrecidos por sus ignominias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristus, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio, por condena del procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por Roma, lugar en el que confluyen y hallan su hogar toda clase de atrocidades y vergüenzas del mundo.”[10]

Este texto es auténtico, y es considerado así por la mayoría de los eruditos, de hecho, el crítico John P. Meier dice que “el mismo tono anticristiano del texto hace casi imposible un origen cristiano.”[11] Por ende, la segunda y última fuente histórica no nos dice nada acerca de un Jesús “divino”.

Al considerar estas dos fuentes históricas sobre Jesús vemos que en ninguna de ellas se habla de este personaje como un ser divino, sino sólo como un hombre, un sabio, que vivió a principios del siglo. Entonces, si no hay evidencias históricas de Jesús como un ser sobrenatural, ¿por qué existen tantos cristianos?, ¿qué hace que el cristianismo llegue a convertirse, en muchos casos, una religión fundamentalista?, ¿por qué, incluso, se llegó a matar en la edad media y posterior a ella en el nombre de Dios y de Jesús?

El problema del cristianismo

El problema del cristianismo está no en considerar a Jesús divino, sino que en creerlo así porque las instituciones religiosas lo dicen sin más cuestionamientos a partir de fuentes que no han sido discutidas. A través de los siglos se ha contado una historia oficial, una historia no comprobable empíricamente, es decir, a partir de las fuentes, de todas las fuentes disponibles y a partir de ahí, los creyentes en esta historia oficial han realizado un sin fin de atrocidades que no es menester traer a colación en este ensayo. Por otro lado, se han escrito muchos artículos y paper demostrando que el cristianismo primitivo fue en teoría un cristianismo concerniente al “mito” y que dichos “mitos” dejaron de existir cuando este se transformó en una religión oficial con la conversión de Constantino.[12] Por lo tanto, esta historia oficial impuesta por la iglesia ¿no se transforma en un problema para el mismo cristianismo? Evidentemente que sí, puesto que “[l]a mala historia es mil veces más fácil de hacer y de enseñar que la buena historia, que la historia crítica.[13]

Conclusión

Es evidente que la historia oficial es contada con fines estratégicos, con fines propagandistas y proselitistas; es evidente además que esta historia oficial es vista como una historia sin más cuestionamientos, acrítica. Una historia descriptiva que no es pensada desde la criticidad, que se toma porque sí sin más cuestionamientos analíticos.

Es por ello que se tomó como ejemplo la historicidad del personaje llamado Jesús, para plantear ciertas preguntas que no tienen respuesta en lo inmediato, pero que sí dejan la inquietud en la mente con el fin de abrir nuevos campos, nuevos escenarios y por sobre todo, nuevos diálogos. El cristianismo que surge a partir de la concepción de Jesús como un ser divino ha influido en cada rincón de nuestro pensamiento occidental, se podrían dar muchos ejemplos más, en donde aún actualmente se conciben ideas cristianas que fueron impuestas por el catolicismo a través del correr de la historia, pero creemos que el objetivo de abrir el diálogo sobre la historicidad del cristianismo, en específico sobre su fundador, se ha cumplido. Por lo tanto, ¿no resulta trascendental entrar en dicha área y comenzar a deconstruir la historia oficial, de la iglesia, de lo religioso, para exponer la verdad de los hechos?

 

 

Por Josué Gajardo.

Referencias

[1] Este análisis considera como base los siete pecados capitales del mal historiador encontrado en Carlos Antonio Aguirre Rojas, Antimanual del Mal Historiador o ¿cómo hacer hoy una buena historia crítica? (Ciudad de México, México: Ed. Contrahistoria, 2005).

[2] Basta con ver las ideologías de extrema derecha cómo se fundamentan sobre el catolicismo.

[3] Entiéndase como Evangelios a los libros canónicos, elegidos por la misma iglesia como “oficiales”: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

[4] Carlos Aguirre, op. cit., 38.

[5] Marc Bloch, Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador (México: Fondo de Cultura Económica, 2001), 62.

[6] Carlos Aguirre, op. cit., 46.

[7] Estas fuentes básicas y más discutidas por los historiadores son tomadas a partir del análisis hecho por John P. Meier, Un judío marginal: Nueva visión del Jesús histórico, Tomo I: Las raíces del problema y la persona. (Navarra, España: Editorial Verbo Divino, 1997), 79-92 y 109-118.

[8] Josephus Antiquities (Antigüedades) 18.3.3, citado en John P. Meier, 83.

[9] Se debe considerar que Josefo no fue en lo absoluto cristiano, ni la intención de sus escritos fue escribir la historia a partir de lo religioso. Por ende, dichas frases encontradas en Josefo que atribuyen una divinidad a Jesús, parecen ser añadidas por los mismos cristianos en su afán de encontrar en la historia un indicio del Jesús de la fe. De echo, si se quitan las tres frases cristianas del Testimonium se aprecia un flujo normal en la idea del texto: En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los hombres principales entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido.

[10] Tácito, Anales 15.44 citado en John P. Meier, 109.

[11] John P. Meier, 110.

[12] Por ejemplo, Candida Moss, una especialista en cristianismo primitivo, expuso en su libro The Myth of Persecution: How Early Christians Invented a Story of Martyrdom (New York: HarperOne 2013), cómo los mismos cristianos inventaron historias de persecución.

[13] Carlos Aguirre, op. cit., 35.

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